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El Concilio de Elrond

Elrond estaba allí y muchos otros que esperaban sentados en Silencio, alrededor. Frodo vio a Glorfindel y Glóin; y en un rincón estaba sentado Trancos, envuelto otra vez en aquellas gastadas ropas de viaje. Elrond le indicó a Frodo que se sentara junto a él y lo presentó a la compañía, diciendo:
-He aquí, amigos míos, al hobbit Frodo, hijo de Drogo. Pocos han llegado atravesando peligros más grandes o en una misión más urgente.
Luego señaló y nombró a todos aquellos que Frodo no conocía aún. Había un enano joven junto a Glóin: su hijo Gimli. Al lado de Glorfindel se alineaban otros consejeros de la casa de Elrond, de quienes Erestor era el jefe; y unto a él se encontraba Galdor, un elfo de los Puertos Grises a quien Cirdan, el carpintero de barcos, le había encomendado una misión. Estaba allí también un elfo extraño, vestido de castaño y verde, Legolas, que traía un mensaje de su padre, Thrand uil, el Rey de los Elfos del Bosque Negro del Norte. Y sentado un poco aparte había un hombre alto de cara hermosa y noble, cabello oscuro y ojos grises, de mirada orgullosa y seria.
Estaba vestido con manto y botas, como para un viaje a caballo, y en verdad aunque las ropas eran ricas y el manto tenía borde de piel, parecía venir de un largo viaje. De una cadena de plata que tenía al cuello colgaba una piedra blanca; el cabello le llegaba a los hombros. Sujeto a un tahalí llevaba un cuerno grande guarnecido de plata que ahora apoyaba en las rodillas. Examinó a Frodo y Bilbo con repentino asombro.
-He aquí -dijo Elrond volviéndose hacia Gandalf - a Boromir, un hombre del Sur. Llegó en la mañana gris y busca consejo. Le pedí que estuviera presente, pues las preguntas que trae tendrán aquí respuesta.