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La Ciénaga de los muertos
-Hay cosas muertas, caras muertas en el agua -dijo horrorizado-. ¡Caras muertas!
Gollum se rió.
-La Ciénaga de los Muertos, sí, sí: así la llaman -cloqueó-. No hay que mirar cuando los cirios están encendidos.
-¿Quiénes son? ¿Qué son? -preguntó Sam con un escalofrío, volviéndose a Frodo que ahora estaba detrás de él.
-No lo sé -dijo Frodo con una voz soñadora-. Pero yo también las he visto. En los pantanos cuando se encendieron las luces. Yacen en todos los pantanos, rostros pálidos, en lo más profundo de las aguas tenebrosas. Yo los vi: caras horrendas y malignas, y caras nobles y tristes. Una multitud de rostros altivos y hermosos, con algas en los cabellos de plata. Pero todos inmundos, todos putrefactos, todos muertos. En ellos brilla una luz tétrica. -Frodo se cubrió los ojos con las manos.- Ahora sé quiénes son; pero me pareció ver allí hombres y elfos, y orcos junto a ellos.
-Sí, sí -dijo Gollum-. Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y hombres y orcos. La Ciénaga de los Muertos. Hubo una gran batalla en tiempos lejanos, sí, eso le contaron a Sméagol cuando era joven, cuando yo era joven y el Tesoro no había llegado aún. Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y elfos terribles, y orcos que aullaban. Pelearon en el llano durante días y meses delante de las Puertas Negras. Pero las ciénagas crecieron desde entonces, engulleron las tumbas; reptando, reptando siempre.