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De la sartén al fuego
Algunos reunieron a todos los lobos en una manada. Otros apilaron helechos y brezos alrededor de los troncos, y se precipitaron en torno, y pisotearon y golpearon, golpearon y pisotearon, hasta que apagaron casi todos los fuegos, pero no los más próximos a los árboles donde estaban los enanos. Estos fuegos los alimentaron con hojas, ramas secas y helechos. Pronto un anillo de humo y llamas rodeó a los enanos, un anillo que no crecía hacia fuera, pero que se iba cerrando lentamente, hasta que el fuego lamió la leña apilada bajo los árboles. El humo llegaba a los ojos de Bilbo, podía sentir el calor de las llamas; y a través de la humareda alcanzaba a ver a los trasgos que danzaban, girando y girando, en un círculo, como gente que celebraba alrededor de una hoguera la llegada del verano. Fuera del circulo de guerreros danzantes, armados con lanzas y hachas, los lobos se mantenían apartados, observando y aguardando.