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Conversando con Smaug
—¡Bien, ladrón! Te huelo y te siento. Oigo cómo respiras. ¡Vamos! ¡Sírvete de nuevo, hay mucho y de sobra!
Pero Bilbo no era tan ignorante en materia de dragones como para acercarse, y si Smaug esperaba conseguirlo con tanta facilidad, quedó decepcionado. —¡No gracias, oh Smaug el Tremendo! —replicó el hobbit— No vine a buscar presentes.
Sólo deseaba echarte un vistazo y ver si eras tan grande como en los cuentos. Yo no lo creía.
—¿Lo crees ahora? — dijo el dragón un tanto halagado, pero escéptico.
—En verdad canciones y relatos quedan del todo cortos frente a la realidad, ¡oh Smaug, la Más Importante, la Más Grande de las Calamidades! —replicó Bilbo.
—Tienes buenos modales para un ladrón y un mentiroso —dijo el dragón—.
Pareces familiarizado con mi nombre, pero no creo haberte olido antes. ¿Quién eres y de dónde vienes, si puedo preguntar?
—¡Puedes, ya lo creo! Vengo de debajo de la colina, y por debajo de las colinas y sobre las colinas me condujeron los senderos. Y por el aire. Yo soy el que camina sin ser visto.