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Nazgûl
Cuando los Jinetes Negros aparecieron en la Comarca, nadie supo quién era esa gente: unos tipos grandes sobre negros caballos, los rostros ocultos bajo negras capuchas. A la que se acercaban se volvían más inquietantes. Era dudoso que tuvieran realmente algo parecido a un cuerpo bajo sus mantos negros. Al menos debía de haber músculos y tendones, ya que podían manejar armas. Tenían ojos, aunque durante el día andaban un poco a ciegas.
Aragorn, que los conocía mejor, opinaba: «Ellos mismos no ven el mundo de la luz como nosotros: nuestras formas proyectan sombras en las mentes de los jinetes, sombras que sólo el sol del mediodía puede destruir, y perciben en la oscuridad signos y formas que se nos escapan. Y olfatean en cualquier momento la sangre de las criaturas vivientes, deseándola y odiándola; y hay otros sentidos, además de la vista y el olfato...»
Sólo se les veía sobre los caballos cuando Sauron, su Señor, quería evitar que llamaran la atención innecesariarnente; si no, se servían de una montura alada, una especie de murciélagos gigantes. Éowyn decapitó a uno de ellos en el Pelennor. Las armas que utilizaban, como por ejemplo el Puñal de Morgul, estaban preparadas con fórmulas oscuras; pero lo más eficaz era el horror que inspiraban cuando volaban por los aires a toda velocidad con sus gritos estridentes y desgarradores.
Por su parte tampoco eran invulnerables. En los Vados de Bruinen los pusieron en fuga con fuego y agua corriente. Las espadas comunes se rompían al chocar con ellos, pero, en cambio, las hojas con inscripciones de procedencia Élfica o Núrnenórema tenían su efecto. Eran especialmente sensibles a los cambios de voluntad que provenían del propio Sauron y que se traspasaban a ellos porque estaban dirigidos por él y sin él no eran nada. Cuando el ejército de Ar-Pharazôn intimidó a Sauron, también a ellos les falló el ánimo; y cuando su Señor tuvo que desaparecer durante mil años después de la Guerra de la Última Alianza, ellos tampoco se dejaron ver.
Así eran los Espectros del Anillo, Úlairi en Quenya, aunque solían nombrarlos por la palabra del mismo significado en la Lengua Negra: Nazgûl. Habían llevado los Nueve Anillos del Poder que Sauron había repartido entre los Hombres. Eran «los poderosos de su época: reyes, hechiceros y guerreros de antaño». Poco a poco fueron cayendo bajo el dominio del Anillo Único y se convirtieron en sombras casi inmortales.
No sabemos hasta qué punto se complicó su relación con Sauron desde que éste ya no poseía el Anillo Regente; es probable que les incautara los Nueve Anillos. Su jefe era el Capitán Negro, que parecía más que los otros y llevaba una corona sobre el yelmo. El segundo de la jerarquía tenía el nombre de Khamûl, aunque también lo llamaban el Oriental Negro o la Sombra del Este; dicen que fue él quien preguntó por un tal Bolsón en Hobbiton. Anteriormente había sido comandante de Dol Guldur al regresar Sauron a Mordor. Parece que tres de los Nazgûl habían sido príncipes de nobles casas Númenóreanas.
La ciudad de los Espectros del Anillo era Minas Morgul, conquistada por ellos en el año 2002 T.E. Desde aquí prepararon en Mordor el retorno de Sauron. Cuando el Anillo Regente fue destruido y Barad-dûr se derrumbó, los Nazgûl se extinguieron en el cielo como estrellas fugaces.
A diferencia de los Orcos, los Nazgûl dominaban la Lengua Negra. Cuando hablaban en Oestron, decían pocas palabras y generalmente en tono de orden: «¡Muere y maldice en vano!» exclamó el Capitán Negro en la Puerta de Minas Tirith cuando levantó el arma contra Gandalf.
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