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Drúedain
También llamados Woses. Sólo su alegre risa, que contagiaba a todos, ofrecía la seguridad de que no eran Orcos. Por lo demás no tenían buen aspecto; con una estatura que casi no alcanzaba los cuatro pies, tenían un cuerpo muy fuerte y desarrollado, rostros hinchados, narices chatas, ojos negros como el carbón y amplias bocas.
No gozaban de muy buena fama entre sus vecinos. Corría la voz de que eran expertos en todo tipo de hechizos y disparaban por la espalda con flechas envenenadas. Los Rohirrim consideraban a los Drúedain unos «Salvajes» (Wasa) y, en ocasiones, los acosaban como a animales. Ellos mismos se llamaban Drúg o Drûchu, lo que en Sindarin se tradujo por Drû, plural Drúath o Drúin. Como en ocasiones podía resultar fácil olvidar que eran Hombres (Edain), sus amigos insistían en que se les llamara Drúedain.
En la Primera Edad habían cruzado ya el Anduin y entrado en el Oeste donde se establecieron en las Montañas Blancas. Una parte de ellos continuó hacia Beleriand y se unió a los Haladin, con los que no estaban emparentados, en Brethil. En todo caso, siempre mantuvieron una identidad propia. Siguieron utilizando su propia lengua y no mostraron interés en aprender el arte de la escritura. Desconfiaban de las casas de piedra y de todos los que vivían en ellas; tardaron mucho en cambiar sus herramientas de piedra de fuego por unas metálicas. Al mismo tiempo eran muy hábiles para esculpir figuras en madera y piedra; algunas parecían tener vida, mientras que el aspecto de otras infundía auténtico terror. Estos «Hombres Púkel» que seguramente servían para ahuyentar a los enemigos, eran los que vio Merry en el camino al Sagrario. Los Drúedain podían permanecer sentados, inmóviles, durante días y casi no se les distinguía de sus imágenes de piedra.
En el curso de la Segunda Edad habían sido expulsados de los valles por los pueblos de Gondor. Durante la Guerra del Anillo, ya sólo algunas pocas familias vivían en zonas de difícil acceso como el Bosque Drúadan y Drúwaith laur. Allí estaban protegidos de todos los enemigos, se movían por el bosque como por su casa, podían seguir un rastro con la nariz y conocían las propiedades de todas las plantas y hierbas. Además parecían tener visiones proféticas.
Nunca habían servido a Morgoth o Sauron y odiaban a los Orcos con tanta rabia que algunos sabios creyeron en la existencia de un juramento de venganza entre pueblos que anteriormente debieron de estar emparentados.