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La Flor de Simbelmin
por Alejandro Murgia | Página 1 de 8
Era una apacible mañana de verano, y Bilbo acababa de desayunar, cuando vio por la ventana del comedor la figura inconfundible de Aldo Pedregal, que subía al trote el camino de Bolsón Cerrado con sus enormes pies regordetes y su andar desgarbado. Aldo era el cartero de Hobbiton desde hacía cinco años, y cumplía los deberes postales con celeridad y buen humor; por eso a Bilbo no le inquietó la premura del muchacho, y cuando sonó la campanilla de entrada lo recibió con una sonrisa.
- Hola, Aldo.
- Buenos días, señor Bolsón. - vociferó Aldo, resoplando. - Le envían una carta urgente de Los Gamos.
- ¿De Los Gamos? ¡Vaya! Pasa, pasa, justamente estaba por comenzar un segundo desayuno, y me preguntaba si acaso aparecería algún hobbit por el camino para acompañarme.
- En realidad llevo prisa, señor Bolsón. Pero aceptaré un poco de tarta de manzana de la señora Manoverde, si es que tiene. Para recuperar energías. - aclaró el muchacho, entrando tímidamente en el fresco vestíbulo.
- Por supuesto. Tienes suerte, ayer mismo me trajo una. - dijo Bilbo, mientras cogía su cortapapeles y rasgaba el sobre, camino de la cocina.
Aldo resopló, fatigado, y por un momento vaciló entre sentarse o no; finalmente decidió quedarse de pie, y se limitó a observar comedidamente un vistoso mapa que se extendía en la mesa. Había bosques, y ríos, y numerosos nombres, y sendas trazadas con distintos cOdores. Le costó ubicarse en él, hasta que descubrió Delagua y Hobbitón, dos bonitos puntos negros junto a un río. En eso volvió Bilbo, con una bandeja repleta de víveres en una mano, y la carta abierta en la otra.
- ¡Vaya! ¡Si es de mi primo Rorimac!
- ¿Buenas noticias, señor Bolsón? - preguntó Aldo mirando con cariño la tarta de manzana que se acercaba.
- Excelentes. Acaba de ser padre y me invita formalmente a la celebración que habrá en Casa Brandi. Ya puedo imaginar lo que será eso; no todos los días nace un futuro Señor de Los Gamos. Pero habrá que darse prisa: los festejos comienzan ¡esta noche!
- ¿Irá usted?
- Bueno, esto trastoca todos mis planes, pero creo que sería de muy mala educación faltar. Hay que tener en cuenta que represento a los Bolsón, y en cierto modo a todo Hobbiton. Además, me gustaría visitar a la adorable tía Mirabella: no la veo desde que murió mamá.
Bilbo suspiró, y por un momento cruzó su rostro una sombra de pena. Enseguida alzó la mirada y sonrió a su huésped.
- ¿Entonces, Aldo? ¿Cómo está esa tarta?
- Exquisita, señor Bolsón.
- Me alegro. La señora Manoverde no pierde la mano. - dijo Bilbo recordando con cariño a la mujer de su jardinero. - La pobre se siente en la obligación de proveerme siempre de su renombrado manjar.
(Lo cierto es que Bilbo había comprado para los Manoverde el agujero-hobbit de Bolsón de Tirada 3, justo debajo de Bolsón Cerrado; quería tenerlos cerca, y les obsequió el terreno; desde ese día la gratitud del matrimonio no conoció límites).
- ¿Y tus cosas, Aldo?
- Muy bien, señor Bolsón. No sé si sabe que Lila Cardo y yo vamos a casarnos.
- ¡No, por el Puente de Piedra, no sabía nada!
- Bueno, en realidad aún ni ella lo sabe. Pero tengo planeado pedir su mano la semana próxima. Confiaba en que usted me ayudaría a redactar una carta bonita, tal vez incluyendo alguno de esos poemas magníficos que me ha leído...
- Cómo no. - dijo Bilbo, sonriendo al comprobar una vez más la rapidez y el secreto con que nacía y se concretaba el amor entre sus congéneres - Apenas vuelva de este viaje, veré de ayudarte. Esperaré hasta entonces para felicitarte. Ahora bien, volviendo al asunto Rorimac, deberé revisar inmediatamente mi Libreta de Compromisos. Veamos, aquí dice: Drogo a cazar liebres jueves de mañana. - Bilbo había quedado de acuerdo con su pariente de Sobremonte en explorar el bosque del Fardo, y planeaba llevar su mapa para incorporar los senderos que descubrieran. En realidad no era estrictamente cazar lo que hacían, porque los hobbits sentían simpatía por los animales del bosque, y no les agradaba matarlos a no ser que fuese absolutamente necesario; Bilbo y Drogo se dedicaban simplemente a avistar liebres, acercarse a ellas sin que lo notaran, y tratar de atraparlas para luego dejarlas ir. Como actividad complementaria practicaban puntería disparando flechas o arrojando piedras (su deporte preferido) en blancos que ellos mismos fabricaban - Pero ese remolón de mi primo aún no llega. ¿A qué hora pensaba salir de caza?
- ¡Te escuché, Bilbo! - exclamó una voz detrás de ellos. Era Drogo Bolsón, que apareció riéndose y de un salto ganó el vestíbulo. - ¡Comiendo! ¡Así os quería pescar!
- ¡Drogo! ¡Pedazo de cachazudo! ¿Quieres matarme de un susto?
Drogo, un alegre y rollizo hobbit nieto del tío abuelo de Bilbo, se había vestido de verde, llevaba arremangados los calzones, y gastaba una vistosa pluma en el sombrero de ala ancha. Al hombro colgaba un viejo carcaj de cuero repleto de flechas, con su arco. El conjunto lucía curioso, incluso extravagante.
- ¿Se supone que saldré contigo así, señor Ridículo? Las liebres se morirán de risa al verte.
- La envidia te hace hablar de ese modo, primo. - dijo Drogo, sirviéndose una porción de tarta. - Ya sé que te gustaría tener mi vistosa elegancia, pero lo lograrás el día que el Rey regrese..
- ¡Perdón, yo ya me voy! - se apresuró a terciar Aldo - Tengo aún algunas cartas por entregar.
- ¡Medio minuto, Aldo! - dijo Bilbo. - Es posible que necesite aún de tus servicios. Acabo de recibir, Drogo, una carta urgente de los Brandigamo; ha nacido el primogénito de Rorimac y esta noche comienzan los festejos. Si quiero llegar a tiempo, he de partir de inmediato, y conseguir un vehículo rápido. Lo lamento, pero nuestra excursión deberá esperar.
- ¡Ahh! - suspiró Drogo. - Te envidio. Por lo que sé de los Brandigamo, esa fiesta será espléndida.
- Me alegra oirte decir eso, porque pensaba invitarte a venir conmigo.
A ésto Drogo respondió abrazando a su primo y dando hurras mientras saltaba descalabrando las pobres articulaciones de su anfitrión. Porque aunque Drogo tenía ya treinta y dos años, y sólo le faltaba uno para la mayoría de edad, no hubiese contado con los medios para viajar sOdo a Los Gamos, y probablemente sus padres se hubiesen opuesto a ello si no estaba expresamente invitado a la fiesta. Pero que el titular del clan Bolsón lo llevara consigo era una cosa muy distinta.
Sin perder más tiempo, Bilbo le dictó a su primo una carta para sus progenitores, que firmó y dio al cartero.
- Y antes de irte, Aldo. ¿Tiene aún tu padre el carro de paseo que solía alquilar? Porque necesitaremos un vehículo ligero y presentable. No podemos aparecer en una carreta de verdulero por Casa Brandi.
- ¡Tiene suerte, señor Bolsón! El marjalés está recién pintado, hermoso como nunca, y puede contar también con Cabriolín, el poney más rápido y mejor predispuesto de las cuatro cuadernas.
- Entonces, no hay más que decir. Voy por mi pañuelo, y en un tris partimos.
En honor a la verdad, fue más que un tris, porque Bilbo no acostumbraba salir de su agujero sin revisar meticulosamente su Lista de Artículos para los Viajes, y sus Procedimientos Antes de Dejar la Casa por más de un Día, que incluían entrar el felpudo, cerrar las ventanas, regar las plantas, darle una llave a Cavada Manoverde y dejar una nota en la puerta. Pero aún así, en poco más de lo que se tarda en decir tarta de manzana Bilbo y Drogo se encontraron en el camino de Delagua instalados plácidamente en el marjalés de los Pedregal y disfrutando de la radiante mañana y del acompasado andar del poney Cabriolín.
Bilbo se sentía feliz. Lo descubrió en un momento de silencio, mientras se hamacaba en el pescante y el marjalés pasaba junto a un árbol lleno de pájaros. Había estado retraído en su casa, eludiendo la mayoría de los compromisos sociales, durante demasiado tiempo, pensó. Una salida como ésta cada tanto levantaba el ánimo.
- ¿Crees tú, Bilbo, que llegaremos esta noche a Los Gamos? - preguntó Drogo.
- Si los caminos están en buen estado, y nuestro palafrén se porta tal cual parece que lo hará, deberíamos llegar a tiempo para el anuncio del nombre del ribadyan. Eso sí, las paradas han de ser breves.
- Qué lastima que llevemos prisa. Tengo entendido que en estos días se celebra la Feria Anual de la Cerveza de Cepeda. - se lamentó Drogo.
- Así es, pero ni sueñes en que nos detendremos.
Pronto dejaron atrás Delagua, saludando con suspiros de pesar a La Mata de Hiedra y El Dragón Verde, desde cuyas puertas abiertas se esparcía un aroma a malta fermentada, y más atrás quedó la laguna, con el sol reverberando en el agua y los patos sobrevolando las orillas.
Atravesaron las granjas y los trigales; los campesinos se afanaban en plena cosecha y las parvas de heno se apilaban como grandes bestias dormidas. Por fin llegaron al Camino del Este y a la Piedra de las Tres Cuadernas. Allí azuzaron al poney y aceleraron el paso, tomando el gran camino.